Un homenaje a las víctimas y supervivientes de Auschwitz y del Holocausto a través de las películas que nos enseñan lecciones de humanidad y resistencia.
Este 27 de enero de 2025, se conmemoran 80 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau, un hito de la historia que sigue sacudiendo nuestra conciencia colectiva. En Polonia, los actos conmemorativos incluirán la presencia de los Reyes de España y 59 delegaciones internacionales. En un gesto de solidaridad histórica, este acto reúne a líderes mundiales, pero también pone de nuevo en el centro a quienes sobrevivieron a ese infierno, a aquellos que, como se dice, “vivieron para contar la historia”. Pero, ¿cómo recordamos algo tan incomprensible, tan brutal, si no es a través del arte? Es el cine, en su capacidad única para emocionar y conmover, el que se convierte en un poderoso testigo de este acontecimiento.
En medio de los actos conmemorativos, el séptimo arte sigue siendo una de las herramientas más poderosas para preservar la memoria del Holocausto. A lo largo de las décadas, el cine ha logrado transmitir el horror de los campos de concentración, pero también ha celebrado historias de resistencia, valentía y humanidad que florecieron en medio de la barbarie. Hoy, más que nunca, el cine sigue siendo un testigo imprescindible de las atrocidades del pasado, y una advertencia sobre lo que podemos perder si olvidamos.
El cine como espejo de la memoria colectiva
Cuando pensamos en el Holocausto, las imágenes que nos vienen a la mente son dolorosas, pero necesarias. El cine ha logrado plasmar la historia, no solo desde la frialdad de los datos, sino con una emoción visceral que llega más allá de las palabras. Es imposible no pensar en La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg, una película que, aunque ya tiene más de tres décadas, sigue siendo una lección de humanidad. En ella, la historia de Oskar Schindler, un hombre que pasa de ser un empresario oportunista a convertirse en un salvador de más de 1.000 vidas, no solo muestra la tragedia del Holocausto, sino también las dimensiones complejas del alma humana.
«No podemos cambiar el pasado, pero sí podemos aprender de él y hacer un futuro mejor«
Como se escucha en la película, estas palabras no solo muestran el sacrificio personal, sino también el peso de la responsabilidad moral que todos compartimos.
Sin embargo, no todo lo que trata el Holocausto es sobre la lucha por la supervivencia o la valentía individual. La vida es bella (1997), dirigida y protagonizada por Roberto Benigni, introduce el humor como herramienta de protección. A través de la figura de Guido, un padre que convierte el horror de un campo de concentración en un «juego» para su hijo, nos demuestra que el amor y la esperanza pueden ser las únicas armas contra lo indescriptible.
La vida a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. No es perfecta, no es coherente, no es fácil, no es eterna; pero a pesar de todo, la vida es bella
Como dice Guido, recordándonos que la belleza, en su forma más pura, reside en nuestra capacidad de encontrar luz en medio de la oscuridad. En cierto modo, nos invita a preguntar: ¿cómo enfrentamos lo irremediable? ¿Qué historia decidimos contar, tanto para los demás como para nosotros mismos?
En un tono algo más inusual, La zona de interés (2023) de Jonathan Glazer se acerca al Holocausto desde un lugar inquietante: desde la perspectiva de la normalidad y la indiferencia de la vida de una familia alemana que vive justo al lado de Auschwitz. Este enfoque nos enfrenta a una dura verdad: el Horror no solo se perpetró por acción, sino también por indiferencia.

No hay monstruos visibles, sino simplemente personas que elegían mirar hacia otro lado. El director nos confronta con la pregunta incómoda: ¿cómo puede existir tal horror a plena vista y, aún así, no ser detenido? Este enfoque de deshumanización silenciosa nos recuerda que la indiferencia es tan peligrosa como la violencia misma. Aquí el cine no solo narra lo que sucedió, sino que también nos coloca ante el espejo de nuestra propia moralidad, instándonos a reflexionar sobre la complicidad silenciosa que podemos, sin querer, aceptar.
La memoria: una responsabilidad colectiva
Al revisar estas películas, no podemos evitar preguntarnos: ¿por qué el cine sigue siendo tan necesario hoy? Las imágenes de Auschwitz, los relatos de los sobrevivientes, las historias de los sacrificios que se hicieron por salvar una vida, nos invitan a pensar en la responsabilidad colectiva de que esto nunca se repita. Porque el cine no solo documenta la historia, sino que también la hace más humana, la acerca a nuestras vidas de una manera que ningún libro de historia puede lograr.
Como sociedad, el deber de recordar nunca ha sido más crucial, sobre todo cuando, lamentablemente, las voces de los sobrevivientes se están apagando con el paso de los años. El cine juega un papel esencial en mantener viva esa memoria, pero también en advertirnos sobre los peligros del olvido. El Holocausto no solo fue una tragedia para los judíos, sino para la humanidad en su conjunto, y su lección sobre el odio, el miedo y la deshumanización sigue siendo más que relevante en el mundo contemporáneo.
Este aniversario es una oportunidad única para reflexionar sobre lo que significa vivir en un mundo en el que todavía existen formas de odio, racismo y antisemitismo. Las películas como La lista de Schindler y La vida es bella no son solo relatos del pasado; son advertencias vivas sobre la capacidad humana para destruir, pero también sobre nuestra increíble capacidad de resistencia. No podemos quedarnos con la idea de que lo que ocurrió en Auschwitz fue una lección para los de ayer. Es una lección para nosotros, para el presente y el futuro.
El cine como espejo de la humanidad
El cine nos interpela, nos provoca a mirar más allá de la pantalla y nos obliga a cuestionarnos. En El pianista (2002), Adrien Brody —quién opta al Oscar a Mejor Actor por The Brutalist— interpreta a Władysław Szpilman, un pianista polaco que sobrevive a los horrores del gueto de Varsovia y de Auschwitz. La película nos da una perspectiva única sobre la resiliencia humana, y cómo la música puede ser un acto de resistencia. Szpilman, con su música, nos dice, de manera simbólica, que no todo está perdido, que siempre hay una forma de resistencia, por más oculta que sea.
“Nunca olvidemos que somos responsables de que esto no vuelva a ocurrir. Mi historia debe ser un recordatorio para las futuras generaciones.».
Michael Bornstein, sobreviviente de Auschwitz (Surviving Auschwitz: The Ultimate Test of Courage)
La cita de Bornstein resuena profundamente en el contexto de las películas mencionadas. Es un recordatorio de que el cine no solo preserva la memoria, sino que también cierra el círculo entre las generaciones pasadas y las futuras. Nos obliga a mirar cara a cara los horrores del pasado para que podamos evitar que se repitan.
Este 80º aniversario debe ser una invitación a mirar, no solo con la mente, sino también con el corazón. Porque solo cuando sentimos lo que ocurrió, cuando nos conectamos emocionalmente con esa historia, es cuando realmente comprendemos su gravedad. El cine no solo nos da imágenes, sino que nos ofrece vivencias, sentimientos y reflexiones profundas. Es nuestra responsabilidad, como espectadores, no dejar que esas imágenes se borren de nuestra memoria.
No solo recordar, sino vivir la historia a través del cine
El 27 de enero no es solo un día de memoria histórica, sino una oportunidad para revivir el pasado, para aprender y para empezar a cambiar. Las películas sobre el Holocausto no son solo para ser vistas, sino para ser sentidas, para que comprendamos, como sociedad, que el odio y la intolerancia nunca deben tener cabida en nuestro mundo.
Así que, esta conmemoración del 80º aniversario de la liberación de Auschwitz nos llama a no solo recordar, sino también a ver el pasado a través del cine, para que la historia nunca se repita. El cine tiene el poder de cambiar nuestras perspectivas, de enseñarnos lecciones de vida, y lo más importante, de mantener viva la memoria de aquellos que ya no pueden contar su historia. Es nuestra responsabilidad seguir recordando y educando. Y el cine, más que ningún otro arte, puede ser el medio más potente para lograrlo.