La arquitectura, reflejo de las luchas entre el poder y la sumisión, ha sido un tema recurrente en el cine para ilustrar las desigualdades sociales.
El cine ha sido un medio potente para explorar la relación entre el arte de la arquitectura y las dinámicas de poder y lucha. Desde los primeros filmes de ciencia ficción hasta los dramas más actuales, la arquitectura ha sido utilizada como un símbolo de control, poder y conflicto.
The Brutalist, dirigida por Brady Corbet, se ha convertido en uno de los estrenos más comentados del momento. La película sigue a Laszlo Toth, un arquitecto ficticio que lucha por hacer realidad su visión creativa en un mundo donde las presiones empresariales y políticas amenazan con desvirtuar sus ideales. A lo largo de la película, se retrata cómo el cine utiliza la arquitectura como un símbolo de poder, lucha y creación humana, y refleja el choque entre la utopía arquitectónica y la dura realidad empresarial.
El arte frente al poder empresarial
Durante la presentación de The Brutalist en Madrid, Brady Corbet explicó que su película se adentra en la compleja relación entre los artistas y los empresarios, especialmente en el cine independiente. “Es una dinámica específica en la que la visión del artista se enfrenta a las presiones del mundo empresarial”, afirmó el director.
En la película, Toth, un arquitecto húngaro que huye del régimen nazi, llega a Estados Unidos con la esperanza de reconstruir su vida. Al recibir el encargo de diseñar un centro social en Pensilvania, enfrenta no solo las dificultades de su profesión, sino también las presiones económicas y políticas que amenazan con modificar su obra. La historia refleja cómo los arquitectos se ven obligados a negociar entre su creatividad y las exigencias del mercado.
La arquitectura como símbolo de poder
La arquitectura ha sido históricamente un campo en el que muchos han tratado de construir utopías, pero siempre está condicionada por el poder y las presiones externas. La película destaca las tensiones entre el arte y el poder, mostrando cómo estos factores han marcado la historia de la arquitectura. The Brutalist ilustra cómo la arquitectura no solo es una disciplina estética, sino también un medio para proyectar una imagen de autoridad, especialmente en lugares como Estados Unidos.
La figura de Laszlo Toth me recuerda a personajes históricos como Mies van der Rohe, cuyos diseños no solo revolucionaron la arquitectura, sino también alteraron las dinámicas de poder que rodeaban sus creaciones. Este vínculo entre arquitectura y poder es un tema recurrente en el cine, que ha mostrado cómo los espacios diseñados no solo influyen en la vida de quienes los habitan, sino también en las relaciones sociales y políticas.
Cine y arquitectura: símbolos de poder y alienación
El vínculo entre el cine y la arquitectura no es algo nuevo. Desde Metrópolis (1927), de Fritz Lang, hasta las películas más contemporáneas, el cine ha utilizado la arquitectura para reflejar las tensiones entre ideales y realidades sociales.
En Metrópolis, la arquitectura se convierte en un poderoso símbolo de opresión y control social. Los rascacielos art decó y las gigantescas estructuras del filme ilustran el contraste entre las clases sociales: los ricos viven en lujosos espacios elevados, mientras que los obreros están condenados a miserables guetos subterráneos. Este diseño urbano refleja cómo la arquitectura refuerza las dinámicas de poder y las desigualdades sociales, un tema recurrente en el cine, que no solo construye espacios, sino que representa las luchas entre poder y sumisión en la sociedad.

En Playtime (1967), Jacques Tati imagina un París futurista en el que la arquitectura moderna refleja la alienación de una sociedad consumista. A través de Monsieur Hulot, Tati critica cómo la homogeneización de los espacios urbanos contribuye a la pérdida de identidad y la deshumanización en un mundo globalizado. El personaje de Hulot, junto a un grupo de turistas estadounidenses, observa cómo las ciudades parecen intercambiables, reflejando la uniformidad arquitectónica que se apodera del mundo.

En El Manantial (1949), Howard Roark (interpretado por Gary Cooper) es un arquitecto que defiende la autenticidad frente a las presiones comerciales y colectivas. Basada en la vida de Frank Lloyd Wright, la película enfrenta los ideales artísticos contra los intereses de la mediocridad y el conformismo. Roark aboga por el individualismo y la integridad en su trabajo, mientras critica los compromisos impuestos por los intereses económicos, exaltando la lucha por la autenticidad profesional.

La arquitectura como reflejo de la lucha humana
La relación entre cine y arquitectura sigue siendo un tema fascinante que no solo trata de la estética de los espacios, sino de las luchas humanas que surgen dentro y alrededor de ellos. A través de películas como The Brutalist, Metrópolis, Playtime y El Manantial, el cine cuestiona cómo los entornos construidos no solo reflejan nuestra cultura, sino también las luchas sociales, políticas y personales que dan forma a nuestra sociedad.