Tres años después del éxito de El Juego del Calamar, Netflix trae su segunda entrega cargada de nuevos personajes y antiguos retos
En 2021 Netflix sorprendía al mundo con El Juego del Calamar, una propuesta originalmente macabra que no tardó mucho en convertirse en la serie más vista de la historia de la plataforma. Una historia surcoreana con una voraz crítica al capitalismo en la que destacan las relaciones sociales de personajes en los márgenes, la violencia explícita en su forma más pura y el color rosa.
Tras el éxito de la primera temporada Netflix no ha querido perder la oportunidad de explotar su producto más rentable y, tres años después, Seong Gi-hun (Lee Jung-jae) vuelve respaldado por un (casi totalmente) nuevo elenco para participar en Los Juegos.
“You can kill the man, but not the idea”. Es la frase con la que se puede sostener la segunda temporada de El Juego del Calamar en cualquier plano. En lo creativo porque el autor de la serie, Hwang Dong-hyuk, regresa a la dirección y la escritura de todos los episodios. En lo narrativo porque regresamos a los mismos escenarios de la primera temporada, aún sabiendo que Gi-hun fue el único de los 456 participantes que logró salir con vida de la arena —no me tachen de haber spoileado, la serie se estrenó hace en 2021—.
Haciendo uso de las mismas situaciones y el mismo protagonista resulta imposible que la serie pierda su esencia, pero esta triquiñuela tiene trampa. La argucia de Dong-hyuk ofrece una historia similar pero innovadora, cauta pero atrevida, aunque con más sombras que luces.
Lo bueno
El arranque de esta nueva historia promete. La segunda temporada comienza justo donde terminó la primera: Gi-hun, lejos de estar tranquilo al haber escapado de Los Juegos con vida, convoca a un grupo de personas para que le ayuden a buscar al hombre encargado de reclutar a los participantes. Y lo cierto es que esta persecución derivada en una potentísima escena en clave thriller, es una de las mejores de la serie incluyendo a un Gong Yoo (objeto de la búsqueda), quien, ya en el primer capítulo, nos deja una interpretación estratosférica.
Otro de los grandes aciertos de esta segunda entrega es la relatividad del punto de vista. Por primera vez, el director propone al espectador ponerse en la piel de los antagonistas, dotándolos de humanidad y ofreciendo una perspectiva más profunda de la figura del villano. De esta forma, Dong-hyuk acerca al espectador a los soldados vestidos de rosa, obligándoles a empatizar con ellos de algún modo.

Lo malo
Lo peor de todo es la anulación total de sus cosas buenas. Lejos de querer caer en reiteración, el director propone nuevos personajes y puntos de vista que, si a priori son interesantes, dejan de tener relevancia alguna una vez que Gi-hun comienza de nuevo en Los Juegos. Todas las subtramas se diluyen y el interés de la acción converge, únicamente, en el deseo de que el protagonista supere una prueba más. Peligro cero, el espectador es plenamente conocedor de que Gi-hun saldrá de ese nuevo desafío con vida.
Toda la innovación que Dong-hyuk parecía traer en esta segunda entrega resulta, por tanto, una repetición total de la temporada inicial, haciendo que El Juego del Calamar 2 sea muy predecible y redundante en sí misma.
Final a la vista
Aunque hay que ser sinceros: si eres una persona adicta al suspense y la acción y, además, te gustó la primera temporada no cabe duda de que disfrutarás de esta segunda entrega. Las escenas de las diferentes pruebas a las que se enfrenta el nuevo elenco son bastante satisfactorias aunque, en lo personal, no eclipsan la falta de profundidad que he echado en falta en sus siete capítulos. Por no hablar, del final —todavía más— abierto que han dejado. ¿Lo bueno? Esta vez no tendremos que esperar otros tres años para esperar un desenlace, ya que parece que Netflix nos va a deleitar con el final de la serie antes de este verano. Lo cual se agradece.
