Jack Quaid protagoniza Novocaine, un bluckbuster de acción sobre un joven inmune al dolor pero no a las malas decisiones
Si en algo son buenas las películas de Deadpool es en su buen saber de reírse de sí mismas. Quizá sea, precisamente ese, uno de sus grandes aciertos. Las tres adaptaciones del mercenario más gamberro de Marvel funcionan (aunque unas en mayor medida que otras) gracias al despojo total de los complejos y al uso de los mismos como chiste recurrente. Combinado todo ello, claro está, con un nivel de acción y violencia que casan a la perfección con la psique de un Ryan Reynolds hábil en el tempo de los gags del guion.
Todo lo bueno que puedes esperar de una comedia de acción lo encontrarás, posiblemente, en las películas del bocazas de Wade Wilson (el mismísimo Deadpool). Aunque, si no eres acérrimo del género de superheróico, quizá pueda interesarte más El especialista. Un filme que, aunque de la misma categoría no tan sádica como la anterior, protagonizada por otro Ryan (Gosling), que abraza el romance para hacer del film de David Leitch (¡Anda, el director de Deadpool 2!) una gran candidata para disfrutar de una buena dosis de acción.
Pero al lío. Si de algo peca Novocaine es en, precisamente, todo lo contrario a las otras dos películas citadas: se toma demasiado en serio a sí misma. Y es esa decisión la que le acompaña durante las casi dos horas que dura el quinto largometraje de la dupla formada por Dan Berk y Robert Olsen.
De tal palo… tal astilla serrín
Jack Quaid regresa a la gran pantalla tan solo un mes después de estrenar La acompañante aunque no sin más acierto que este su anterior título. De hecho, sus apariciones en ambas películas denotan un corto rango interpretativo del que es unos protagonistas de la exitosa The Boys. De hecho, el tierno Hughie Campbell, su personaje en la serie, está muy presente en Nathan Caine (Novocaine).
El hijo de Dennis Quaid y Meg Ryan, dista de ellos tanto en carisma como en talento. Nada que ver con la última actuación de su padre en La Sustancia que, pese a tener un papel pequeño, te atrapa en el par de escenas en las que aparece.
Otro de los nepo babies que se suman al elenco de Novocaine es Ray Nicholson. Al hijo de Jack le bastaron unos segundos de metraje para meterse al fan del terror en el bolsillo en Smile 2. Ningún resquicio de aquella interpretación es palpable en la película de Berk y Olsen estando, prácticamente, a la altura de su guion.
¿Novocaine o diazepam?
Siendo sinceros (y queriendo quitarles el peso de la culpa), el problema de Novocaine no radica en el ejercicio actoral. Es la mala praxis del guion la que acapara el fallo total de la película. La premisa es sencilla: un joven pretende salvar a una rehén de un atraco a un banco. La disrupción viene en la genética del héroe, pues el personaje de Quaid lidia con la insensibilidad congénita al dolor con anhidrosis (CIPA). Vaya, que no siente dolor alguno. Y los directores ceden el peso a las set-pieces en las que Nathan Caine recibe golpes, magulladuras, puñaladas, disparos y un largo etcétera. Es quizá, ese, el único acierto del film, las escenas de acción, porque en lo dramático deja mucho que desear.
En su día, The Punisher (Jonathan Hensleigh, 2004), incluyó una secuencia con un enorme luchador ruso padeciente de CIPA que funcionaba a las mil maravillas. En Novocaine vista la primera poco más puede aportar la siguiente. Y es justo eso en lo que una historia de esta índole nunca debería pecar. Lo predecible amodorra.
